jueves, 7 de noviembre de 2013

Heracles

El día que Erna tenía permiso para ir a la confesión, Oranie me llevaba a casa de Rak, su novio. Rak era la abreviatura Hérakès. En no sé que calle piojosa y de mala fama, que olía a edad media, el "futuro" -como le llamaba Oranie- tenía una tienda de comestibles llamada: "Au Fin gourmet". Un rótulo demasiado presuntuoso para esta increíble boutique, en la que a lo largo del tiempo se acumulado las mercancías más inesperadas:  bacalao seco, duro como el cuero, champiñones esclerosos, enhebrados en sartas, que más que criptógamos parecían negros ennegrecidos, largas serpientes de regaliz negra, acanalados de arabescos de moho trepando por los tarros destrozados, al fondo de los cuales algunos bombones rancios, indisolublemente unidos a azucarillos de cebada, formaban una naturaleza muerta multicolor, pimienta roja, escabeches, guirnaldas de ajos, un bloque de miel turca barnizada por el tiempo, turrón de Montélimar y loukoum de Port-Saïd, arenques a la Baltimore en escudillas desconchadas nadando en una sospechosa salsa de tomate. Tarros más pequeños contenían pepinillos suris y  "mixed pickles", hechos por el mismo Rak: ramos de coliflor esponjosos y  cebollas amarillentas que recordaban a los pólipos, moluscos y salamandras conservadas en alcohol, gloria de la sala de historia natural de nuestro colegio. Los salchichones, petrificandos por el tiempo, dejaban adivinar que Héraklès utilizaba esta mercancía como una matraca y cuando moviendo sus anchas espaldas, recorría este establo de Augias,  me parecía mucho menos dispuesto a vender choucrout que a batirse con el primer cliente que entrase. Pero, como tantos golfos de noble corazón, se mostraba cara a cara frente a Oranie con una dulzura de niño. ¡cuantas veces los fuertes son, sin embargo, débiles en este mundo, y en cuántas ocasiones la debilidad es poderosa!
Así como antaño Deyanira ofreció a Hércules la túnica de Neso, Oranie había tejido para su amante un chandal de lana que llevaba siempre, vencido sin quererlo. Viendo sobresalir sus músculos bajo el tejido de punto se sorprendía una de la complacencia de buen oso con la cual se plegaba a los menores caprichos de su amada.
Bruscamente, Oranie cierra la puerta de la tienda. Me pone detrás del mostrador y me da permiso para comerme lo que me apetezca. La pareja desaparece en la trastienda en donde había una cama plegable con un colchón carcomido de parásitos.
Maravillada por encontrarme sola en la tienda, me dispuse a probar todos los comestibles picantes que me achicarraban la boca. ¡qué delicia mordisquear estas extrañas golosinas! Engullí una considerable cantidad de barritas de chocolate ya caducadas: solo por los preciosos dibujos y el papel de plata que coleccionaba. Abrí cantidad de arenques, porque porque  Oranie me había dicho que en el interior de ciertos pescados se encuentra un alma. Los comía deprisa sin atreverme a devolverlos a los tarros después de haberlos desgarrado. Al tercer arenque, me mareé. Había botellas de cognac sobre una estantería. Había visto a mis padres cogerla en caso de enfermedad. Al momento,un grito terrible me hizo aflojar la botella, que se rompió estrepitosamente.  Fue un grito como nunca antes había oído, quizá sólo una vez en mi vida, cuando el león de un circo había pegado un alarido tal que parecía ascender de los abismos originarios....El bramido del mar de la concha de nuestro salón, el órgano que rugía cuando pasábamos ante la iglesia, el redoble del trueno eran lo que parecían aquel grito. ¿Por qué rugía Hérklès como el océano, como la tormenta, como el desencadenamiento de un fenómeno natural? Asustada me aferré al mostrador, aquel grito me fulminaba y me destrozaba, igual que destrozado había quedado el tarro de licor cuyos restos alfombraban el suelo de la boutique. Me tapaba las orejas. Por segunda vez, el grito remonta desde las profundidades de las entrañas de Rak: aullido sobrehumano y sin embargo armonioso que me aterroriza. Por su parte, Oranie parecía suplicar a Rak que le hiciese el favor. ¿Pero por qué ella gemía y sollozaba como si él la torturase?
-¡Rak, Rak! dije, sacudiendo la puerta, por favor, no hagas daño a Oranie! Abre, por favor!
Pero no me escuchaban. refunfuñaba y la respiración jadeante de Rak silbaba como el viento del Norte.
Entonces me colgué del tirador de la puerta y luego puse la oreja en el ojo de la cerradura. Oranie había muerto. Aporreé la madera y finalmente me decidí a mirar...
Rak estaba echado a lo largo de Oranie. Su colosal cuerpo cubría las regordetas formas de nuestra cocinera. ¿la había ahogado? ¿quería devolverle el calor de la vida? ...Sólo los muertos pueden permanecer tan inmóbiles. Había visto ya muchos muertos, embalsamados en los osarios de cristal de un monasterio. Grité, corrí hacia la puerta de entrada de la tienda y tiré del cerrojo para salir y pedir socorro. En ese momento, por fin, se abrió la puerta de la trastienda. Kéraklès salió titubeando, con el pecho desnudo. Esta vez se había quitado la túnica de Neso, y por eso, sin duda, se mostraba tan fuerte y temible. Avanza hacia mi como una roche y apoya su enorme mano -una mano de piedra- en mi boca.
-¡Quieres callarte, tontita! Oranie y yo, nos hemos ido al cielo, eso es todo. ¿no has leído en la Biblia la historia de Adan y Eva?
Indecisa, hice "no" con la cabeza.
-¡Ah, claro, tú eres una pagana!
Sacó de un cajón un viejo libro grasiento y se echó a reir.
-¡Toma, dijo, mira los dibujos. Es la Santa Biblia, que conservo desde el colegio.
-Oranie, pregunté a la vuelta, dime, ¿por que se grita en el cielo?
-Porque los seres humanos no lo soportan. Además, han hecho todo lo posible para que se les expulsase. Lo leerás en el librito.
-¿Rak grita siempre así cuando estáis en el paraíso?
-Acuérdate de la historia de la madre Schick. Cuando Blitz engendra a su potrillo, mugía tan fuerte que temblaban las montañas.
-¡Si, la tienda también tembló! Pero vosotros no habéis ingendrado un potrillo...
-No, preo es así como se hacen los niños.
-¿Co...mo!
Entonces Oranie me explica, simplemente y sin falsa vergüenza como una sana chica del pueblo:
-Cuando el hombre le quita el camisón a la mujer.
No me atrevía a preguntar más. Pero este primer encuentro, este choque dinámico con el amor, me deja tan perpleja que no dejé de estrujarme la mollera con este tema.

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