domingo, 3 de noviembre de 2013

Aurore

Las seis y media. ¿Hay que volver a la vida? ¿hay que abrir los ojos? Tengo tanto frío cuando los abro. Mi habitación, con muebles lacados en blanco, parece una cámara frigorífica.
¿alguien ha entrado? Leí en algún sitio que para defenderse de una fiera hay que hacerse el muerto. Así que retengo temerosamento mi respiración y hago la muerta, como si con este truco pudiese escapar de las garras de mamá.
Es Erna, la mujer de la limpieza, que viene precipitadamente con fuego en el rostro.
-Rápido, rápìro, Riri, son ya las seis y treintaisiete.
Según el programa de mamá, mi habitación tiene que estar lista a las siete en punto.
"Vamos, levántate" Je m´exhorte au courage (¿me espabilo con valentía) ¿no me he sumergido este verano valientemente en un lago helado de los Alpes para desafiar a mama, para mostrarle como puedo ser de valiente? Si, seré fuerte, si una ley injusta no sometiese a los niños bajo el yudo del odio o del amor de sus padres.
¿Le disgustará tanto a Alf levantarse? Se lo preguntaré hoy. Con presteza, salté fuera de las sábanas y me enrollo un instante al bajar de la cama, jugando al perrito para darme valor. Que frío hace en esta habitación! Nunca está caliente. En las ventanas se han formado flores de hielo. Las observo maravillada, ya que son las únicas flores que adornan nuestro apartamento en todo el año. Los ramos de flores y las plantas en macetas están desterradas. Un ser vivo, que exigiese agua! Impensable! Al regarlas podría caerse unha gota en el parquet! Así que, para escapar a la vigilancia de mamá, encuentro para las flores silvestres y las malas hierbas que traigo de vez en cuando a la casa, los escondrijos más inverosímiles. Pero esta vez, je suis comblé. Mientras dormía, los arriates de escarcha se posaron en mi ventana. Que maravilloso regalo y qué efímero! Cuando volviese del colegio, este jardín de una sola nocha habrá desaparecido. Erna me sorprende soñando ante la cortina de margaritas trepadorea y de blancas anémonas, y me llamó la atención. Erna era una huérfana de diecisiete años, confiada a mamá por un tutor que le había pedido que la tratara severamente. Cnotra esta pobre chica asustada y nerviosa, mamá disponía de un arma infalible: la amenaza de mandarla de vuelta. Erna, dspedida al menos una vez al día, siempre víctima de esta triquiñuela, suplicaba a su ama para quedarse. De este modo, mammá la reducía a la esclavitud y experimentaba un maligno placer sometiéndola de mil maneras a este tipo de novatadas.
Erna estaba llena de moratones. La pobre desgraciada, enviada de unos padres lejanos de unos a otros con el fin de desembarazarse de ella, ignoraba que existía la bondad en el mndo, la humanidad y la justicia. Mal alimentada en hospicios de hambruna, encontraba maravilloso poder por fin, en nuestra casa, tener lo suficiente.
Cuando mamá iba a pegarle, Erna se tiraba de rodillas ante ella, cubriéndole los piel y las manos de besos serviles. En un curioso estado de excitación pasionál y quizás sexual, incapaz de soportar la mirada magnética y fosforescente de mamá, bajaba la cabeza, inmóbil, en éxtasis como una penitente, incluso cuando no tenía nada que reprochársele. ¿Y qué falta podría cometer ella? Su miedo y su celo eran tales que se levantaba a las cinco de la mañana, una media hora antes de que mamá se lo exigía. Oranie sólo se sometía a esta orden rechistando. Era ella, al contrario, la que pedía su dimisión; pero finalmente retiraba la orden por mi culpa.
Oh, cuánto trabajo había en nuestra casa! El tiempo que los burgueses de entreguerras dedicaban a los masajes y a las sesiones de belleza, los ociosos de comienzos de siglo lo consagraban a lustrar sus casas, o a reclutar mercenarios para esta tarea.
Reinaba en la casa una incesante corriente de aire ya que siempre y en todo momento se estaba limpiando, desempolvando, sacudiendo. Ora se frotaba el entarimado con el estropajo de hierro, ora le limpiaba la plata, la piel, el níquel, ora se sacudía y cepillaban los peluches y los viejos tapices. Siempre como si estuviésemos en plena mudanza. Y, realmente, nunca estuvimos instalados, nunca nos sentimos en "nuestra casa". Ni papá incluso se atrevía a caminar por miedo a empañar el brillo inimitable del parquet.
Nosotros, los niños no podíamos contar con Erna. Por la noche nos insultaba para agradar a mamá, y a la mañana siguiente se volvía nuestra cómplice para vengarse de otra nueva maldad de su ama. Todas las mañanas mamá hacía su rueda de inspección en el apartamento, y todas las mañanas inevitablemente, se desarrollaba la misma escena:
La potente contralto de mamá retumbaba:
-Erna! Erna!
La r resonaba en todo el apartamento. Desde el fondo del pasillo, el eco respondía, de manera que mamá, como una bruja, parecía estar presente en dos sitios al mismo tiempo.
-Queda todavía una mancha en el parquet, holgazana!
-Señora, lo limpié todo esta mañana.
Un grito agudo, y Erna se autoinculpaba.
De dónde podía procecer esa gota de agua vulgar o ese hilo malicioso que se había instalado sobre la alfombra verde del despacho?
Erna jamás e atrevió a acusar a mamá de esta hipócrita acusación.
Mientras Erna hacía mi habitación yo corría por el interminable pasillo. Mi largo camisón, tieso y como almidonado, me aprisionaba como una torre de cartón. A veces, los listones del helado cuarto de gaño gemían bajo mis pasos. Pero estaba descalza, con las zapatillas en la mano, y teniá buen cuidado para evitar caminar sobre las tablas defectuosas. Pero a pesar de ello algunas mañanas todas mis precauciones eran en vano. A menudo, desde la habitación de al lado, la de mis padres, se elevaba la temible voz:
-¿Quén de vosotros dos hace todo este ruido? ¿Quién se ha atrevido a despertarme?
Yo era incapaz, entonces, de articular el menor sonido. Ya que mamá no hablaba, no gritaba, su voz resonaba como las trompetas de Jericó, me destrozaba el corazón, como cuando un día rompió un vaso de vino cuando lo llevaba a los labios gritando. Aún hoy, cuando recuerdo esos estallidos de su voz, mi corazón, igual que el famoso vaso, se desgarra en mi pecho.
Había tardado demasiado tiempo en responder.  Mamá ya se precipitaba hacia el cuarto de baño y me propinaba una fuerte bofetada.
De golpe, perdí el poco valor que había reservado para el "cuarto de castigo", como Alf había bautizado al comedor, donde al poco tiempo tendría lugar la ceremonia del café con leche. Me habría gustado hacerme pequeña en la mesa, completamente delgada, completamente incolora y más silenciosa que mi sombra, por lo menos mamá no me descubriría.
Tods las mesas burguesas ante la que las familias celebran la misa negra del café se parecen.
Alf y yo, aguardamos en pie al lado de nuestras sillas.
Los ojos de Alf son como grandes violetas, a veces dulces como las violetas del pastelero, a veces fieras como las de los jardines lujosos, a veces salvajes y castas como las de los bosques en primavera.
Pero hay días en que estas violetas están marchitas y sin brillo, como las que se toman de un herbario. Estos ojos de violeta, en el rostro demacrado de un joven muchacho, parecen enormes. Alf es muy alto para su edad, pero no tiene más que piel sobre los huesos, un esqueleto de niño.
-Alf, a ti te sienta tan mal como a mi levantarte por las mañanas?
-Te crees que es un placer despertarte en este cuartel! Pero muy pronto, hermanita, muy pronto me libraré de ello...
Sus ojos se llenan con un espejismo. Una expresión de felicitad embellece sus rasgos.
-¿A dónde iras Alf?
Alza los hombros y me mira con ternura. Misteriosamente responde:
-Es un secreto! Tú no puedes entenderlo, hermanita!
-¿Me llevaras contigo, di? Viviremos en el bosque, como Haensel y Gretel.
-Al sitio al que voy no pueden ir las niñas pequeñas.
Debí de mirarlo dolorosamente porque me dio unos golpecitos en la mejilla:
-No estés triste. Te voy a contar una bonita historia: eran un hermanito y una hermanita que se quería mucho. Pero tenían una cruel bella-madre...
-Nosotros no tenemos una bella-madre!
-Si me interrumpes no podré seguir. No se trata de nosostros, sino de otro hermanito y otra hermanita. Entonces, el hermanito dijo: "Nuestra bella-madre nos pega todos los días, y cuando le preguntamos algo, nos responde con patadas. Ven, vámonos a recorrer el mundo. Puede que los extrajeron nos acojan..." Toma a su hermanita de la mano y la lleva todo el día por los campos y los bosques. Cuando llovía, la cubría con una capa y decía: "Los ángeles lloran por nuestro destino." Por la noche, se refugiaban en el hueco de un arbol o en una  pila de heno, y dormían profundamente. De madrugada, el sol les despertaba con sus manos doradas. Pero tenían sed, y el hermanito se decía: "Tenemos que encontrar bebida!" Y entonces partían. Luego de caminar mucho tiempo, descubren un manantial, en el que el agua cantaba dulcemente sobre las piedras. El hermanito se precipita para saciar su sed. Pero la hermanita escucha el murmurar de la fuente:
-El que bebió de mi agua se transformó en tigre!
-¡Detente, hermanito! grita la hermanita. No bebas, de lo contrario te convertirás en un tire y me comerás!
El hermanito, a pesar de su sed, dejó de beber.
Llegaron a una segunda fuente, pero la hermanita escuchó otra voz, aún más espantosa: "El que beba de esta fuente se transformará en lobo!".
"No, no, hermanito, no bebas! grita ella otra vez, si no te convertirás en lobo y me destrozarás!".
El hermanito no bebió. Pero en la tercera fuente, el agua canta: "Quien beba de mi agua se transformará en ruiseñor!".
"Oh, hermanito, no bebas, si no te convertirás en ruiseñor y te marcharás!".
Pero el hermanito tenía la boca demasiado seca, no pudo aguantarse y se lanzó a la hierba y bebión grandes tragos. Pero ya no se levantó: desapareció entre las altas hierbas, y en su lugar un pájaro gris emprendió el vuelo. El hada mala había maldito todas las aguas.
La hermanita, perdida en los bosques salvajes, se puso a llorar y a correr, y entre los árboles, el pájaro la seguía de rama en rama cantando a alma partida.
-No es una razón para hundirse en sollozos, tú también, Riri...vamos...si eres tan sensible, no te contará nada más...No es más que un cuento de hada.
Pone su mano sobre mi boca:
-Cállate, nos vas a delatar, tontita...
"La señora Nerón" va a preguntarnos...
En efecto, en ese momento, como en los cuentos de hadas, entró mama:
-Ah, seguro que estábais hablando mal de vuestra madre, para reir así. Lo leo en vuestros ojos.
-De ninguna manera, mama.
-¿No? ¿Entonces por qué os peleábais? ¿Quién empezó?
-¡Yo! dijo Alf con un tono provocador.
Al momento,mamá empuñó con la mano derecha un mechón de sus sedosos cabellos, luego, con la otra mano, uno de mis rizos y sacude nuestras cabezas una contra la otra. Un castañazo. Estallaron chispas antes mis ojos; la habitación se transformó en un carrusel cuyos caballos eran tigres, lobos y ruiseñores gigantes.
-¡A vuestros sitios!
Entró papá. Como de costumbre, no notó nada. Sus ojos, de un azul claro, son miopes, desde el punto de vista moral. No se percata de que su mujer lo mira de arriba a abajo, a menudo, con una mirada de odio, ignorando que pegando a los nichos ella querría asesinarlo entre ellos. Sabe también que si hace una pregunta, también será desairado con el eterno refran: "Quien bien te quiere, te hará llorar."
El abrazo de papá huele a jabón de afeitar y al cosmético en el que enjuaga a lo bruto su bigote y su cabello ligeramente ondlado, dividido al medio por una raya impecable.
Es el silencio antes de la tempestad. Un silencio interrumpido por el déshabillé  de tafetán de mamá, el tintineo plateado de la cuchara con la que papá remueve su café claro, y el murmullo de las Dernières Novulles, desplegadas a su izquierda. Mientras el accidente ferroviario de la víspera ha cortado el camino a multitud de pasajeros, lágrimas de miel y mermelada de frambuesa gotean de su tostada en la mesa, y estallan entonces gritos de desolación no por compasión hacia los muertos sino por las manchas sobre el damasquinado del paño.
Los diferentes tipos de pan que se hacían traer de la casa del "proveedor de la corte", se extendían sobre la mesa: pan blanco a la francesa, pan de centeno negro de los cuarteles del reino, pan Graham para la salud, trenzas de roscón, cubiertas de semillas de adormidera. Pero todo este lujo era, antes que nada, protocolario. Nosotros los niños sólo teníamos derecho a una tostada cubierta de una capa muy fina de mantequilla, y a un sólo terrón de azúcar por taza.
Como en todas las casas burguesas de esta época, en las que se llevaba un gran tren de vida, la mantequilla y el azúcar eran sagrados. La nata estaba exclusivamente reservada para mamá; y nosotros no dejábamos de lanzar miradas de codicia. Estas son las restricciones que estimulan la glotonería del niño y lo incitan en ocasiones al robo.
Puede que la prohibición de tocar ciertos platos se debiese a la obsesión por el orden geométrico de la mesa, ya que los diversos platos y fuentes estaban colocados en ángulos concretos, unas veces agudos, otras obtusos, que no se podían desordenar.
-Que triste destino, suspira mamá, tener delante de una a un hombre que siempre tiene la nariz metida en el periódico!
-Claro, responde papá airadamente, yo no soy Tristan!
Luego, quitándose las gafas:
-¿A que hora volviste otra vez ayer por la noche, Malvine?
-No sé...Cuando se viene de escuchar a Wagner, se pierde la noción del tiempo...Tristán estuvo deslumbrante...
-La ópera termina antes de medianoche...
-¿Y qué?...¿que quieres insinuar?...Cuando se tiene el alma bañada en misterio...quien piensa en mirar el reloj...
Papá carraspea y no se atreve a llevar más lejos su ofensiva. Se tema la explosión fulminante que ocurre a menudo cuando la investigación marital toca un punto peligroso. Entonces se bate en retirada.
El alma fuerte y el alma débil de esta unión estaban siempre enfrentadas y nunca abordaban la lucha abierta. Papá era sensible, pero como buen comerciante, tenía los pies en la tierra. Mamá no tenía corazón, pero ínfulas intelectuales gratuitas. Fingía despreciar las miserias cotidianas, gracias a las que sin embargo podía satisfacer las exigencias del arte y del lujo. Siempre se declaraba incomprendida y pretendía tener la necesidad de respirar el aire de las alturas. Esta altitud, este clima los encontraba en los tés y en las representaciones de gala de la Ópera.
Pero, paralelamente, conseguía cloroformizar a su marido y sugerirle que era inferior y que nunca conseguiría compartir sus éxtasis artísticos, sobre todo después de la noche en que había dormido a pierna suelta durante todo un acto del Parsifal y que se había convertido en el hazmerreír de los familiares presentes, propietarios, como nosotros, de un palco en la ópera. De esta forma, mamá había adquirido el derecho de ir sola a los conciertos y al teatro, y regresar a horas intempestivas.
A la mañanan siguiente, al menor reproche de papa, le lanzaba a la cara frases grandilocuentes o citas de autores de moda. Entonces él se callaba, incapaz de luchar con una mujer cuya verborrea cultural le deslumbraba.
Sin embargo, a veces trataba de salvar las apariencias.
Esa mañana volvió a la carga y farfulló:
-Me atrevo a decir que exageras, Malvine, que...
Al momento, ya mamá estaba en pie con la actitud trágica de una actriz de la Comedia Nacional. Le gustaban las escenas y trasladaba el teatro a la vida:
-¿Que insinúas, Jo? Es un atentado a mi libertad...voy a dejar esta maldita casa...
-Te lo ruego, vamos...los niños..
-¡Pequeños espías! ¡Salid!
Fuera, Alf pega su oreja al ojo de la cerradura:
-Van a divorciarse, cuchichea entusiasmado.
-¿Que significa eso Alf?
Alf no contesta.
-Ahora ella le embauca con el truco de la maleta....
Porque en cada una de estas escenas, mamá, para ganar tiempo, alegaba que para abandonar el hogar necesitaba un armario maletero.
"¡Ya está! Papá se confunde en disculpas. Y ella se desinfla...¿sabes lo que dijo mamá?....¿Que se quedaba por los niños! ¡habla! Vamos, larguémonos al colegio! Te contaré de camino el fin de la historia del hermanito y de la hermanita.
Casi no pude aguardar para preguntarle otra vez.
-¿Que significa "divorciarse", Alf?
El fin de un matrimonio. La justicia manda echar al padre o a la madre y manda también a los nichos con uno o con el otro de los padres. Este es el cometido. "No todo el mundo tiene la suerte de ser huérfano", como dijo cierto Renard.
-¿Desde cuándo hablan los zorros?
-¡Que zoquete! Se trata del Sr. Jules Renard, que escribió un libro sobre un chaval que se llamaba Poil de Carotte porque era pelirrojo. Su madre era tan cruel como la nuestra.
-¿y acaba mal?
-El chico intenta ahorcarse pero le sale mal.
-¿Y entonces por que no se hacen ruiseñores los dos?
-¡pardilla! ya te dije que se trataba de un cuento de hadas.
-¿pero que pasa con el ruiseñor?
-Espera....perdí el hilo...ah si. Luego se refugia en el brazo de su hermanita. La hermanita lo aprieta contra su corazón y lo inunda de lágrimas. Bajo el efecto de las lágrimas, el pájaro vuelve a convertirse en su hermanito. Pero con sus nuevos sentidos, comprende el idioma de las bestias que acuden a su encuentro y le dicen que la madrastra a vuelto en su persecución..¡hala, otra vez a la prisión! Alf señala el colegio.
Al final, todos los animales se juntan para matar a la bruja, las termitas cavan trincheras para detener su curso, las mariposas forman un muro para detenerla, los animales, beben de todas las fuentes hasta agotar los chorros de agua para que muera de sed, las bayas con las que podría alimentarse son pisoteadas por los jabalíes, y mientras muere de inanición, martas y garduñas la muerden tan fuerte que su sangre cruel brota de sus venas y de sus arterias. Muere de una forma atroa.".
Y como di un suspiro de alivio, Alf añade:
-¡Las madrastras pueden todas morir así!

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